Existen vicios graves en el ejercicio de la Profesión Docente muy influyentes
y contraproducentes en cuanto a la calidad educativa y por ende en el producto
que se espera formar. Son los dos extremos de la actividad ejercida por el
docente del diario quehacer en su hecho educativo.
El primero de ellos está referido a aquel docente muy flexible y hasta
apático en cuanto a las competencias que adquieren sus discípulos, es un
docente que poco le importa desarrollar a cabalidad lo contemplado por el
currículo, muy sobreprotector y le importa más la cantidad de estudiantes que
aprueben, es decir, que apruebe un 100% es para él un gran triunfo y mérito,
sin importale qué competencias logró verdaderamente enseñar, y se justifica en el
hecho que es muy importante la parte afectiva y actitudinal del estudiante, dejando
a un lado la enseñanza de los contenidos conceptuales y procedimentales.
Y el segundo extremo, tan grave como el primero, es de aquel docente
demasiado estricto, con una rigurosidad académico-científica que raya en lo que
comúnmente los estudiantes califican como un verdadero filtro.
La siguiente reflexión es válida para ambos extremos. Qué fácil es hallar
errores, gazapos, debilidades y falencias en nuestros discípulos al momento de
evaluarlos, o sencillamente ni les evaluamos por ganar sus preferencias, pero
nos hemos preguntado, será que pasamos la prueba si son ellos a quienes les
corresponde la compleja función de evaluarnos, no olvidemos que una de las
formas del acto de evaluación es la coevaluación, nos creemos muchas veces
dueños de la verdad, con mucha superioridad y libres de pecados. Un docente
carente de modestia y humildad puede causar en su labor un serio daño. De hecho
es una característica en el perfil del docente de la cual no debemos olvidarnos.
Por la vía de una
comparación me permito explicarlo. La educación de nuestros discípulos es
comparable como sostener una pastilla de jabón mojada, si la dejamos libre, de
seguro que va a resbalar de entre nuestras manos, si la apretamos con fuerza, peor
aún, saldrá disparada. Una presión suave pero firme nos permitirá controlarla.
La moraleja de esta comparación: Ni muy flexibles, ni muy rígidos y haremos un
buen trabajo.
- Hermes Varillas Labrador
Educador jubilado y Comunicador social
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