domingo, 19 de julio de 2015

“Los dos extremos en el quehacer educativo”



Existen vicios graves en el ejercicio de la Profesión Docente muy influyentes y contraproducentes en cuanto a la calidad educativa y por ende en el producto que se espera formar. Son los dos extremos de la actividad ejercida por el docente del diario quehacer en su hecho educativo.

El primero de ellos está referido a aquel docente muy flexible y hasta apático en cuanto a las competencias que adquieren sus discípulos, es un docente que poco le importa desarrollar a cabalidad lo contemplado por el currículo, muy sobreprotector y le importa más la cantidad de estudiantes que aprueben, es decir, que apruebe un 100% es para él un gran triunfo y mérito, sin importale qué competencias logró verdaderamente enseñar, y se justifica en el hecho que es muy importante la parte afectiva y actitudinal del estudiante, dejando a un lado la enseñanza de los contenidos conceptuales y procedimentales.

Y el segundo extremo, tan grave como el primero, es de aquel docente demasiado estricto, con una rigurosidad académico-científica que raya en lo que comúnmente los estudiantes califican como un verdadero filtro.


La siguiente reflexión es válida para ambos extremos. Qué fácil es hallar errores, gazapos, debilidades y falencias en nuestros discípulos al momento de evaluarlos, o sencillamente ni les evaluamos por ganar sus preferencias, pero nos hemos preguntado, será que pasamos la prueba si son ellos a quienes les corresponde la compleja función de evaluarnos, no olvidemos que una de las formas del acto de evaluación es la coevaluación, nos creemos muchas veces dueños de la verdad, con mucha superioridad y libres de pecados. Un docente carente de modestia y humildad puede causar en su labor un serio daño. De hecho es una característica en el perfil del docente de la cual no debemos olvidarnos. 

Por la vía de una comparación me permito explicarlo. La educación de nuestros discípulos es comparable como sostener una pastilla de jabón mojada, si la dejamos libre, de seguro que va a resbalar de entre nuestras manos, si la apretamos con fuerza, peor aún, saldrá disparada. Una presión suave pero firme nos permitirá controlarla. La moraleja de esta comparación: Ni muy flexibles, ni muy rígidos y haremos un buen trabajo.

-          Hermes Varillas Labrador
Educador jubilado y Comunicador social

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