“El
Buen Maestro Frente A Inevitables Conductas Disruptivas”
-
Hermes
Antonio Varillas Labrador
Hablar de conductas
disruptivas en el aula de clase es hablar de problemas de comportamiento, es
hablar de indisciplina, es sencillamente enfrentarse a conductas que van desde
la manifestaciones agresivas hasta la interrupción o desajuste en el desarrollo
evolutivo del niño imposibilitándolo para crear y mantener relaciones sociales
saludables, tanto con adultos como con sus compañeros de clase.
Se manifiestan en una amplia
gama de procederes inapropiados de algunos alumnos que obstaculizan la marcha
normal de las actividades en el aula. La
falta de cooperación, malos hábitos de formación, instrucción y cortesía,
insolencia, desobediencia, provocación, violencia física o verbal, son signos
de tal anomalía. En definitiva, la disrupción dificulta el aprendizaje y las
relaciones interpersonales.
Generalmente se presentan
principalmente en niños o adolescentes que quieren llamar la atención de sus compañeros
o del adulto y que tienen problemas de carencia de normas, de afecto, o también
cuando son demasiado impulsivos, etc. Pudiese considerarse tal comportamiento
como tácticas para probar al adulto y tener protagonismo entre los demás compañeros.
Tales conductas
indudablemente que generan conflicto y es parte inevitable del proceso de
crecimiento y desarrollo de cualquier grupo social y del ser humano. Lo
importante es ser capaz de tratar los conflictos de forma inteligente y no
dejarse llevar por el stress (para que los niños o adolescentes aprendan cómo
se resuelven de forma constructiva). Los conflictos muchas veces no pueden
resolverse, sólo contenerse o atenuarse... No se puede (ni se debe) pretender
modelar la vida de un niño en unos meses, si lleva toda una vida indisciplinada.
El niño y el adolescente
transcurre buena parte del día en su centro de enseñanza, luego es casi inevitable que existan en las instituciones
educativas las manifestaciones de conductas disruptivas, sin embargo el problema
se ha de agudizar, si existe indolencia e indiferencia por parte de quienes
están llamados a cumplir la labor de pedagogos, de guiar y llevar de la mano al
estudiante, con o sin problemas de comportamiento.
Es muy fácil para un ser que
se dice ser maestro, trabajar con alumnos sobresalientes y disciplinados, en
otrora época la fórmula para enfrentar el caso de estudiantes con problemas de
conducta, era buscar los medios para que desertarán e incluso existían
reglamentos que nada tenían que ver con la convivencia armoniosa, que de forma
permisiva ayudaron a una cómplice exclusión de estudiantes que merecían una
mejor oportunidad mediante condiciones más idóneas, pedagógicas y basadas en la
inclusión. Tan irreflexivo era el procedimiento, tal cual como señala R.
Dawkings: “Considero un abuso moral y psicológico decirle a un niño que si se
porta mal, su destino es el castigo eterno en el infierno”.
El reto de un buen docente
no estriba en formar con vocación y esmero a estudiantes con muy buena
conducta, su profesionalismo mediante el uso de la ciencia, de la psicología,
de la pedagogía, de la orientación, se demuestra en el tratamiento adecuado y
efectivo de quienes requieren mayor atención, los estudiantes con problemas de
disciplina y de comportamiento.
Para culminar dos frases bastante
reflexivas como colofón:
“Pongamos en práctica elogiar más a nuestros hijos por sus talentos que criticarlos y corregirlos por sus errores” – Anónimo
“Los niños en las escuelas
están rodeados de muros, no le termines de cerrar las ventanas de sus
posibilidades y potencialidades con prejuicios y luego pretendas que aprendan
de la vida” – H. V. L.
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