He
sido apasionado y hasta obsesionado en dejar muy bien sentado que existe una
abismal diferencia entre suerte y éxito, tanto como decir que no es lo mismo “casualidad”
que “causalidad”.
En
las casualidades interviene el factor
aleatorio, es como pretender con un único número ganar un sorteo entre millones
de posibilidades, la probabilidad de ocurrencia es casi cero, caso contrario de las causalidades, por
la vía del ejemplo de un cultivo, si se abona bien el terreno, adicionalmente
se riega y cuida de malezas y otras amenazas, con suficiente esmero y trabajo
permanente, podemos tener la certeza de la obtención de buenos frutos, es
decir, la probabilidad de obtener lo esperado es de un 100%.
Preferible
es aquel fruto que se obtiene con trabajo y dedicación a lo que nada nos cuesta
que proviene por la vía del azar, de la lastima, de la dádiva, de la
inconciencia o incluso de dudosa procedencia.
Que
si existe la suerte, eso es cierto pero no probable apostar a la suerte, pues
la vida está constituida de eventos en baja medida sometidos al azar, la
mayoría a las causalidades.
Así
pues… En el péndulo entre casualidades y causalidades de la vida, no es
recomendable desear suerte a nuestros congéneres. Preferible es augurarles:
¡Éxitos!
Cuando
hacemos esfuerzos con tesón, inteligencia y perseverancia por lograr metas y
proyectos, estamos en presencia no de la suerte, sí del éxito. Caso contrario
cuando apostamos al azar y la casualidad la ocurrencia de un evento, no
buscamos el éxito sino la suerte.
Por
inefable razón se augura al prójimo suerte antes que éxito, con certeza debemos
entender que Dios no juega a los dados con el destino de los seres humanos.
En
la eterna pugna entre causalidad y casualidad siempre será la primera la que
lleve la delantera pues para que algo esté sometido al factor aleatorio debe
existir una causa.
Extensiva
la anterior reflexión al caso de nuestro crecimiento personal… El humano
pensamiento debe negarse a confiar su aprendizaje, y por ende, la forma cómo ha
de forjar su destino, al factor suerte; preferible es la búsqueda del éxito
mediante las causalidades aprovechando al máximo su talento y sus grandes
fortalezas. Más grave aún… Quien tenga la grande responsabilidad y conducción
de un aula de clase que sólo repita lecciones grabadas de memoria, no es
docente, tal vez sólo una “suerte” de caja de resonancia que obtendrá en logar
de éxitos, un producto de mala calidad signado por la mediocridad.
Una
reflexión final como colofón de este corto ensayo…
A
quienes apuestan a creer en un mundo creado sobre la base de la teoría del caos
y el azar. Para quien apuesta a la suerte, la vida es una especie de laberinto;
mientras mayor prisa tenga por salir, más desorientado vivirá. Suerte no puede
ser el apodo de Dios, certidumbre es su mejor calificativo. Parafraseando lo
dicho en cierta oportunidad por A. Einstein: “Por cada puerta que la incrédula
ciencia logra abrir, encuentra indefectiblemente detrás a Dios”
-Hermes Varillas Labrador
Educador y comunicador socia
No me deseen buena suerte, no creo en que la salida a la terrible crisis que vivimos en Venezuela deba apostarlo en una ruleta o a un juego de dados o al azar, en lugar de suerte y un ojalá,... prefiero éxitos y un Dios mediante... ¡Amén y amen!, con y sin acento también, si se cristaliza sin acento, sería un hermoso parabién.
ResponderEliminarExcelente reflexión, mi estimado, un modo de ver la vida. No existen las casualidades ni la suerte, todo tiene su razón de ser y existir. Abrazos
ResponderEliminarGracias amiga Fanny por la solidaria respuesta como aliciente comentario... Abrazos recíprocos.
EliminarFe de errata:
ResponderEliminarCasi al finalizar el artículo...
conducción de un aula de clase que "sólo" repita lecciones grabadas. Lo correcto es "solo" (desconocía en ese momento la norma de la RAE de la no acentuación del vocablo)
que obtendrá en "logar" de éxitos, un producto de mala calidad signado por la mediocridad... Lo correcto es "lugar"